La frustración, esa sensación de incomodidad y desasosiego, que surge cuando nuestras expectativas se ven truncadas o encontramos obstáculos en nuestro camino, es una experiencia universal que todos, grandes y pequeños, enfrentamos a lo largo de la vida. Para los niños, que se encuentran en una etapa de constante aprendizaje y descubrimiento, la frustración es especialmente frecuente. Su mundo está lleno de desafíos: aprender a caminar, hablar, controlar sus esfínteres, comprender las reglas sociales, y un sinfín de situaciones que ponen a prueba sus capacidades y su paciencia.
Como padres y educadores, a menudo nos sentimos tentados a proteger a los niños de la frustración, a allanarles el camino para que no experimenten esa sensación desagradable. Sin embargo, es crucial comprender que la frustración, es una emoción normal y necesaria, una oportunidad invaluable para el aprendizaje y el crecimiento personal. En lugar de evitarla, debemos acompañar a los niños en este proceso, enseñarles a reconocerla, a comprenderla y a gestionarla de manera constructiva.
Imaginemos a una niña que intenta atarse los cordones de sus zapatos.Tras varios intentos fallidos, sus deditos se enredan, los lazos se deshacen, y la frustración empieza a apoderarse de ella. Puede que llore, que tire los zapatos, que diga que no puede hacerlo. En ese momento, nuestra reacción es fundamental. En lugar de apresurarnos a atarle los cordones, podemos acercarnos a ella, ponernos a su altura, y decirle con empatía: «veo que estás enojada porque no lográs atar los cordones»; «es normal que te sientas así, a veces las cosas no salen como queremos en el primer intento».
Validar sus emociones, es el primer paso para ayudarlos a navegar por la frustración. Hacerles saber que sus sentimientos son comprendidos y aceptados, les brinda seguridad y confianza. Luego, podemos ayudarlos a identificar la emoción que están experimentando: «¿estás enojada?», «¿estás triste porque no podés hacerlo sola?». Al ponerle nombre a la emoción, los niños empiezan a comprenderla y a tener un mayor control sobre ella.
Una vez que en este caso la niña, ha expresado su frustración, podemos ofrecerle nuestro apoyo y guiar su aprendizaje. Podemos mostrarle de nuevo cómo atarse los cordones, despacio, paso a paso, animándola a que lo intente de nuevo. Podemos recordarle, que todos aprendemos a nuestro ritmo, que al principio puede ser difícil, pero que con práctica, lo logrará. Es importante transmitirles, la idea de que el esfuerzo y la perseverancia son claves para superar los obstáculos.
No se trata de resolverles todos los problemas, sino de brindarles las herramientas, para que puedan enfrentarlos por sí mismos. Podemos preguntarles: «¿qué pensás que podés hacer diferente la próxima vez?», «¿se te ocurre otra forma de hacerlo?». De esta manera, fomentamos su capacidad de análisis, su creatividad y su autonomía.
Recordemos que los niños aprenden observando. Si nosotros, como adultos, reaccionamos con paciencia y tolerancia ante las situaciones frustrantes, les estamos mostrando un modelo a seguir. Cuando nos enfrentamos a un contratiempo, podemos verbalizar nuestros pensamientos y emociones: «estoy frustrada porque no encuentro las llaves, pero voy a respirar profundo y a buscarlas con calma».
Cada niño, es un mundo con su propio ritmo de aprendizaje y su forma particular de expresar sus emociones. Observemos con atención a nuestros niños, escuchemos sus necesidades, y adaptemos nuestras estrategias, a su individualidad.
Enseñar a los niños a manejar la frustración, es un regalo invaluable que les damos para la vida. Es dotarlos de una brújula emocional, que les permitirá navegar por los desafíos con resiliencia, confianza y optimismo.