La transformación del proceso de enseñanza-aprendizaje en la universidad es un reto y una oportunidad institucional, especialmente en lo referente a metodologías que impliquen alto nivel de actividad del estudiante, integración de contenidos disciplinares en áreas de interés común, nuevas formas de evaluación y retroalimentación permanente para motivar y promover el aprendizaje. Se trata, como se puede apreciar, de diversas instancias enmarcadas por formas novedosas de interacción entre docente y estudiante, determinadas por la menor presencialidad, así como mayores niveles de trabajo en equipo, responsabilidad en el aprendizaje independiente y compromiso con la región.
En los procesos de enseñar y aprender siempre surgirán preguntas que exigirán respuestas, por eso requiere actitud investigativa, que motiva la capacidad de duda, búsqueda, reflexión permanente y sistemática a través de la pregunta en torno a múltiples fenómenos, donde cobran relevancia los contenidos que se aprenden. Se infiere entonces, que es necesaria la integración de conocimientos desde la interdisciplinariedad, generando aprendizajes aplicables a situaciones complejas, provocando la autonomía personal del estudiante. En tal sentido, se estrecha la participación de docente y estudiante en la planeación, organización, desarrollo y evaluación de las estrategias de aprendizaje.
La presencia del docente en el contexto universitario supone, manifiesta y tácitamente, la relación entre docencia e investigación; se constituye como una opción válida para superar las limitaciones de los diferentes modelos implementados en la educación superior, cuyo propósito fundamental es la transformación del contexto social. Existe la necesidad de desarrollar formas de trabajo académico en las que se fusionan docencia e investigación, y que configuran expresiones de la misión de la universidad. El docente investigador participa en la articulación de teorías presentes en sus propias prácticas; para él la investigación es un indagar sistemático unido a la autocrítica que demanda la unión de hecho entre teoría-práctica.
El docente investigador pone al estudiante en contacto directo con el propio proceso del conocimiento, y es ese el contacto con el que se contempla la ciencia originariamente. El docente que investiga, enseña desde su propia experiencia de conocer, él tiene la práctica originaria y secuencial del desarrollo del saber y orienta la formación del espíritu científico e innovador de sus discípulos. Es un intelectual crítico-reflexivo, empeñado en transformar su propia realidad. Fomenta en el estudiante el pensamiento creativo y crítico, orientando en el planteamiento de problemas y búsqueda de soluciones.
Es el docente investigador en la universidad, quien desde el conocimiento histórico del contexto realiza su actividad formadora y, por tanto, asume la responsabilidad de educar integralmente al estudiante para la vida contemporánea, fuertemente marcada por el desarrollo científico, tecnológico y la problemática sociocultural.
Todo docente responsable de la formación de profesionales, en cualquiera de los campos del saber, debe orientar su praxis hacia el logro de valores y competencias según los requerimientos y las necesidades actuales. En esta perspectiva, la formación universitaria comporta tres roles fundamentales en la vida del ser humano: la formación como persona, la formación como ciudadano y la formación como profesional para su inserción en el campo productivo.
El docente universitario que realiza y orienta procesos investigativos con otros docentes y estudiantes, tiene la posibilidad inigualable de ser creador y constructor de conocimiento a través de la experiencia directa y sistematizada, que le ofrecen cada una de las etapas de la investigación y los resultados de la misma. Más que otro docente, es consciente de la transformación y el avance del conocimiento, en tanto realiza nuevos hallazgos en su trabajo de investigación. Es el docente vinculado a procesos investigativos quien puede guiar con autoridad el proceso de aprendizaje de los estudiantes, ya que es él quien desarrolla su propio conocimiento.
La función del docente universitario no es “dar o dictar clase”. El fin último y fundamental que debe cumplir es el de formar a personas, ciudadanos y profesionales, facilitándoles el logro de las competencias necesarias para conocer y comprender la complejidad de la realidad. Esta tarea, desarrollada por el docente en medio de la incertidumbre de un presente que acumula infinidad de problemas, presentes y del pasado, y múltiples exigencias del futuro, es el de formar a personas, ciudadanos y profesionales, debe posibilitar que los profesionales formados en la universidad intervengan y se comprometan de una manera responsable en el proceso de la transformación de la realidad histórica y social, conducente al mejoramiento de la calidad de vida del hombre y la mujer en su contexto.