Uno de los problemas más preocupantes en la actualidad, es el alarmante aumento de la depresión, los trastornos de ansiedad y los ataques de pánico. Este fenómeno, aunque considerable, a menudo se discute poco. Diversos organismos internacionales han documentado este desafío creciente, y la pandemia de COVID-19 ha intensificado la ansiedad y la depresión. Una reciente encuesta reveló que el 90% de los encuestados ha notado un aumento significativo de estos casos en su entorno, especialmente entre adolescentes y jóvenes menores de 30 años, conocidos como la «generación pantalla». Resulta impactante que este grupo sea el más afectado, siendo las mujeres adolescentes las más vulnerables.
La escalada de estos problemas, parece estar relacionada con nuestro estilo de vida actual. Factores como el ritmo acelerado de vida, la presión social por el éxito y la falta de hábitos saludables, contribuyen a este escenario. Preguntarnos por qué los jóvenes sufren más que los adultos, pone de manifiesto el papel crucial de las redes sociales, que un 90% de los menores de 25 utiliza. Para ellos, desconectarse de estas plataformas, significa perder el contacto con gran parte de su círculo social.
Las redes sociales presentan un espejo distorsionado de la realidad. Aunque todos somos conscientes de que las imágenes en línea están optimizadas, la continua exposición a la aparente felicidad de los demás, puede hacer que los jóvenes se sientan solos en su sufrimiento. Además, la popularidad ahora se mide públicamente a través de seguidores y «me gusta», añadiendo presión sobre la identidad de los jóvenes en desarrollo. Esta situación puede llevar a situaciones extremas en busca de validación.
Además, el ambiente en línea a menudo es hostil, lo que aumenta la crítica y la evaluación del otro. Tal constante escrutinio, puede ser devastador para la salud mental de los jóvenes. Al mismo tiempo, el diseño adictivo de las redes sociales, activa la liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer, lo que crea un ciclo de búsqueda constante de gratificación instantánea.
Si queremos vivir mejor, necesitamos adaptar nuestro estilo de vida. Esto implica ajustar nuestra relación con las redes sociales y encontrar un equilibrio saludable. Ser sinceros sobre nuestras emociones no nos hace débiles; al contrario, nos hace humanos.