Llegan estas fechas donde se acercan las fiestas y fin de año y las emociones se ponen a flor de piel. Es natural hacer un balance del año y reflexionar sobre nuestras vivencias. A veces, sentimos la nostalgia de las personas que ya no están con nosotros, de aquellos que podríamos haber visto pero no lo hicimos por falta de tiempo o por estar atrapados en la rutina diaria. Esos abrazos no dados, besos perdidos y charlas postergadas nos recuerdan que hay muchas cosas pendientes que debemos priorizar en el próximo año.
Sin embargo, también es importante celebrar los logros alcanzados, tanto a nivel personal como profesional. Cada uno de nosotros tiene momentos buenos que marcaron el año, y es crucial sacar un saldo positivo de esa ecuación. Aprendamos de nuestras experiencias negativas y utilicémoslas como enseñanzas para no repetirlas. Enfoquémonos en las cosas positivas, ya que son ellas las que nos permiten estar contentos, felices y nos brindan la motivación para seguir adelante.
En este momento, considero que es necesario un cambio. Vivimos en una sociedad que a veces es violenta, irascible, poco empática y estigmatizadora. Sin embargo, también vivimos en un mundo donde lo único constante es el cambio. Cada uno de nosotros, desde nuestro propio lugar, puede contribuir a transformar esta realidad. Es fundamental fortalecer a nuestros niños y jóvenes, guiándolos para que encuentren el camino que los motive y ayude a construir un futuro mejor. Debemos aprender a escucharnos más, a cuidarnos y a recordar la importancia de nuestra propia humanidad.
Así que, en esta época de reflexión y celebración, tratemos de enfocarnos en todo aquello que nos ayudó a crecer y ha aportado una sonrisa a nuestra vida. Debemos aprender de nuestras experiencias, para no repetir errores. A pesar de los desafíos y cambios constantes, siempre es posible encontrar formas de potenciar lo positivo. Debemos dar todo de cada uno para lograr que el mundo sea un lugar mejor!